EL ORIGEN POLÍTICO-DIPLOMÁTICO DEL OBSERVATORIO METEOROLÓGICO DE IZAÑA. CAUSAS Y CONSECUENCIAS. *
Dr. Fernando de Ory y Ajamil
* Todos los párrafos en cursiva corresponden a textos cuyas fuentes originales están citadas y datadas en mi libro “Ciencia y diplomacia hispano-alemana en Canarias (1907-1916). El origen del Observatorio Meteorológico de Izaña” Editorial Edirca, Las Palmas. 1997
Ponga a prueba el lector su imaginación durante las próximas líneas. Retroceda un siglo, unos pocos años más, hasta 1909. Figúrese en un desolado y extraterrestre lugar de Las Cañadas del Teide, en la isla de Tenerife. Sitúese allí, en una altiplanicie a 2100 metros, rodeado de escarpadas montañas de lavas, fonolitas, basaltos y piedras de azufre. Sin más compañía que el mayestático volcán del Teide, y algunos cabreros que pastoreaban sus rebaños cuando se retiraba la nieve del invierno. Pues bien, allí se encontraban entonces los meteorólogos alemanes Robert Wenger y Arthur Stark, acompañados por la esposa de éste, realizando a diario observaciones meteorológicas y sondeos de la atmósfera con globos cautivos. A ello se dedicaban cuando el 18 de noviembre de aquél año el volcán Chinyero, al noroeste de la isla y a 1560 metros de altura, hizo temblar la isla de Tenerife y a todos sus habitantes. Diez intensos días duró la erupción, que llegó precedida de movimientos sísmicos desde el mes de julio, pero la determinación y perseverancia de los científicos alemanes no fueron menos firmes que el mismo volcán del Teide.
Seis meses antes de llegar a este escenario, en el mes de marzo de 1909, se embarcaron en el puerto de Hamburgo dos construcciones portátiles con destino a la isla de Tenerife. Una de ellas era un confortable chalet propiedad del kaiser Guillermo II de Alemania y la otra -que albergaría un potente grupo electrógeno de 30 Kw- fue donada por un anónimo “benefactor y entusiasta de las ciencias”. Con el expreso apoyo del gobierno y de la casa imperial alemana dirigió la expedición el doctor Hugo Hergesell, quien fuera director del Observatorio de Estrasburgo, catedrático en las universidades de Estrasburgo y Berlin, y presidente desde 1896 de la Comisión Internacional para la Aerostación Científica (CIAC), además de asesor científico del conde Ferdinand von Zeppelin.
Foto 1. El observatorio alemán de Las Cañadas del Teide, a los pies de la montaña de Guajara. Circa 1910
Pero veamos cómo las fuentes historiográficas revelan los acontecimientos. De tal modo “en los precedentes a 1910 encontramos a Hergesell con todo su potencial como organizador. Sabe convencer a reyes y gobiernos, para poner sus medios al servicio del desarrollo de la ciencia aerológica. Igual experimenta con globos piloto a bordo de barcos torpederos de la marina alemana en el Mar del Oeste, después de las investigaciones previas en el Lago Boden, y más tarde a bordo del yate del Monarca de Mónaco [su compañero de singladuras científicas, el príncipe y célebre oceanógrafo Alberto de Mónaco] en el Mar Mediterráneo. Al año siguiente viaja en el buque de guerra alemán “Passat” hacia aguas del oeste de La India. Durante el año siguiente se halla ocupado con el Príncipe Enrique de Prusia cerca de Spitzbergen realizando investigaciones sobre el Mar de Polonia. Para sistematizar los estudios aerológicos sobre los vientos alisios lleva a cabo la instalación de los Observatorios del Pico de Tenerife [sic.]., en las islas Canarias, y el de “Bahía del Rey” en Spitzbergen. Envía a sus colaboradores al Africa Central para realizar estudios sobre el Ecuador. Realiza todos los preparativos para llevar una amplia investigación que iría desde el Ecuador hasta el Polo Norte, siguiendo una técnica cada vez más avanzada”.
Un mes antes de su llegada a Tenerife, a principios de febrero, Hergesell había arrendado al ayuntamiento de La Orotava -con la intermediación de un conocido médico local y de otro alemán interesados en el tratamiento y cura de la tuberculosis mediante innovadoras técnicas de helioterapia- 25 hectáreas de terreno inculto de Las Cañadas del Teide durante 5 años al módico precio de 16 pesetas por hectárea y año. Al mismo tiempo, en aquéllos primeros días de febrero, durante un viaje oficial a Alemania llevado a cabo por el coronel Pedro Vives y Vich, jefe de los ingenieros aerosteros españoles -estos militares eran los únicos conocedores de los avances de la aerología- Hergesell “le hizo partícipe de sus ideas de instalar inmediatamente un Observatorio con los medios puestos por él a la disposición de la Comisión [de la CIAC]”. No habían pasado más de tres años desde que el meteorólogo francés Teisserenc de Bort sugiriera en la quinta conferencia de la CIAC, reunida en Milán en 1906, la importancia de establecer un observatorio permanente en las cumbres de Tenerife.
Pero ¿qué interés tendría Hergesell, y no la CIAC, en investigar las corrientes de la atmósfera libre desde una planicie encerrada por una cadena montañosa, causa de múltiples perturbaciones con alturas de más quinientos metros?. Una opinión no autorizada científicamente pero sí muy acertada sobre la cuestión, fue la del teniente coronel de ingenieros José Viciana. El 17 de noviembre de 1909, un día antes de la erupción del Chinyero, el oficial de la comandancia de Tenerife informaba al capitán general de Canarias que “las casetas de La Cañada de La Grieta que tienen espléndidas condiciones de salubridad no pueden servir ni como centro de un observatorio provisional porque carecen de la cualidad más interesante que es el horizonte, ni como auxiliares para un observatorio situado en otro punto, pues no existe lugar apropiado á menos de una hora y media de distancia.
El doctor Wenger que en la actualidad ha subido á Las Cañadas se limita á lanzar globos sondas para determinar la fuerza y dirección del viento dedicándose á esta labor de pequeña dificultad científica para unir seguramente los datos recogidos á los de otras regiones del planeta que permitirán el conocimiento de esta parte tan interesante de la meteorología, pero que según las conferencias que con él ha sostenido el Ingeniero que suscribe, no la mira según el punto de vista que dicho estudio puede tener con los grandes problemas astronómicos [sic.] que en los principales observatorios se persiguen , lo que hace deducir que dicho Señor que es inteligente, joven reservado al principio expansivo después y nunca suspicaz, sea sencillamente en categoría una auxiliar de la comisión que le envía”. Al final de este artículo se despeja la incógnita que revela cómo la aparentemente errónea elección de Hergesell tenía un interés tan evidente como trascendental.
La cuestión del emplazamiento se dilucidó cuando en octubre de 1911 una delegación formada por José Galbis, Rafael Álvarez Sereix y Enrique Mathet –ingenieros geógrafos los tres, jefe del Observatorio Central Meteorológico el primero y arquitecto además el último- desestimaron el lugar escogido por Hergesell en Las Cañadas del Teide y establecieron el lugar del futuro observatorio español en el cerro de Izaña –donde acertadamente están ubicados en la actualidad los observatorios del IAC y los centros repetidores de telecomunicaciones del ministerio de Defensa y TVE.
Pues bien, antes de todo ello, el embajador de España en Berlín Luis de Polo Bernabé -un experimentado diplomático, curtido en Washington durante la pérdida de las últimas posesiones españolas de ultramar, y que seguía por tanto muy de cerca los movimientos alemanes en torno a las lejanas y frágiles islas Canarias- informó enseguida en su primer despacho de una larga serie al ministro de Estado Manuel Allendesalazar que “al estar ahora en Alemania el Coronel Sr. Vives, el Presidente de dicha Comisión internacional le ha manifestado que Alemania se había decidido a emprender por su cuenta los trabajos de instalación de aquel Observatorio, trabajos que han empezado ya, y le suplicó le prestara auxilio para obtener facilidades del Gobierno Español”.
Foto 2 y 3. Las dos construcciones portátiles, el chalet del kaiser y el hangar para zeppelines, enviados e instalados en Las Cañadas del Teide. Circa 1910
¿Porqué actuó de este modo Hugo Hergesell y el gobierno de Alemania?. No debemos extendernos aquí y ahora en consideraciones historiográficas, pero no cabe olvidar tres aspectos reveladores y claves de la política exterior alemana: la Weltpolitik, Weltmacht, Flottenbau iniciada por el kaiser Guillermo II -esto es, la política mundial como misión, potencia mundial como meta, poder naval como instrumento- y el socialdarwinismo imperante en las relaciones internacionales –pues así legitimaban las grandes naciones su papel en el nuevo orden mundial-. Como señalara el embajador Polo de Bernabé al ministro de Estado Allendesalazar “permítame V. E. finalmente, que haga presente que la línea de conducta del Gobierno Alemán no puede juzgarse por los principios usuales que establecen la distinción entre los intereses políticos y los comerciales, ó entre los del Estado y los particulares, pues al declarar que sigue solamente una política de intereses y al demostrar en la práctica que considera como intereses del Estado los de cualquiera de sus súbditos, convierte en intereses políticos los de cualquiera clase que sean, con la única variante de no basarlos en principios fundamentales de Derecho, sino en las reglas de interés apoyadas por la fuerza”. De acuerdo con su estrategia de “hechos consumados”, Alemania -y no la CIAC- actuó por su cuenta y acto seguido comunicó su decisión al gobierno español.
En segundo lugar -y al decir del coronel Vives y Vich- “en Alemania, iniciadora de este movimiento de exploración de las altas regiones de la atmósfera por medio de la aerostación, hubo una íntima compenetración entre los elementos científicos y militares”. Si en Alemania se fundó en 1881 la Sociedad para el Progreso Aeronáutico “bajo los auspicios del Emperador Guillermo I, teniendo el doble carácter militar y científico”, en todo momento estuvo presente la atmósfera militarista, muy característica de la época previa a la primera guerra mundial.
La tercera y última cuestión clave fue que Hergesell descubrió una nueva y mejor oportunidad en la isla de Tenerife, en cuyas aguas venía llevando a cabo sucesivas campañas aerológicas desde el verano de 1904 hasta el de 1908. Téngase en cuenta que el gobierno portugués ya les impidió con anterioridad establecer un observatorio de estas características en la isla de Ponta Delgada (Azores). Pero entonces obró de un modo diferente, siempre de acuerdo con el consentimiento y apoyo del gobierno y la casa imperial alemana.
Foto 4. Hugo Hergesell a bordo del “yate Alice”, propiedad del príncipe Alberto de Mónaco. Año 1906
Y esto fue lo que sorprendió y alertó a Vives y Vich, a Polo de Bernabé y, posteriormente, a todo el gobierno español. El hecho en sí del Observatorio -en palabras del embajador español- sería insignificante si no fuera por “el desmedido interés alemán por Fernando Póo, los graves problemas que acarreó el establecimiento de un cable telegráfico entre Alemania y Canarias, el establecimiento de un depósito de carbón, los numerosos y frecuentes viajes de instrucción de la escuadra alemana en Canarias (…) sin pretender buscar en estos diversos casos la ejecución de un plan preconcebido, no cabe duda de que son una muestra de la fuerza expansiva alemana, que el Gobierno Imperial pudiera creerse obligado algún día á proteger y encauzar en una tendencia determinada; en cual caso coincidirían perfectamente con los elementos que este Gobierno necesita para favorecer su preponderancia en la parte del Atlántico que le sirva de vía de comunicación con sus colonias, por las cuales tan enormes sacrificios se impone (…)”. Más aún, durante aquél convulso período histórico, no dejó de advertir Polo de Bernabé la presencia en la isla de Tenerife de un variado y multitudinario desfile de científicos alemanes: meteorólogos, ingenieros, médicos fisiólogos, geólogos, biólogos y botánicos, etc.
Así pues, después de la secreta y expeditiva iniciativa del meteorólogo alemán, Vives telegrafió a Hergesell el 20 marzo de 1909 comunicándole que el gobierno español había decidido construir por sus propios medios un observatorio en Tenerife, y que asimismo deseaba cooperar con la CIAC en los trabajos preliminares. Hergesell, que se encontraba ya en Tenerife, preparaba ya su regreso pues sería el presidente de la sexta reunión de la CIAC que se celebraría en Mónaco a partir del 31 de marzo. Pero en lugar de viajar directamente a Mónaco, Hergesell celebró una reunión privada el 28 de marzo en Madrid con el coronel Vives y el ministro de Estado español Manuel Allendesalazar. Pocos días más tarde, en una sesión de la Conferencia, y con la naturalidad diplomática que permitía el delicado asunto, el coronel Vives y Vich explicaría que “cuando volví a España en el comienzo del mes de marzo, pude constatar con gran placer que el Gobierno Español, teniendo en cuenta las razones expresadas, había decidido, no solamente ayudar a la instalación del Observatorio, como nuestro Presidente había solicitado, sino encargarse de toda la instalación completa, como es todo un hecho natural. El 20 de marzo, tuve el placer de telegrafiar a nuestro Presidente, que se hallaba en Tenerife, que el Gobierno Español había resuelto instalar con sus gastos el Observatorio aeronáutico de Tenerife [sic.].
Foto 5. Hugo Hergesell en el Observatorio de El Retiro (Madrid) junto a José Galbis y otros protagonistas de la creación del observatorio, con motivo de la reunión mantenida entre Hergesell, Vives y Vich y el ministro Allendesalazar
Pero llegó la sesión del 6 de abril donde –según detallaba en una carta particular el ministro de Estado al embajador español, con fecha 10 de abril de 1909- “se trató del establecimiento del Observatorio de Tenerife, y dio lugar a incidentes que conviene señalar. El Presidente del Congreso doctor Hergesell había quedado de acuerdo con el Coronel Vives respecto á la cesión temporal de las barracas, y creación y funcionamiento del Observatorio exclusivamente españoles, todo con arreglo á las instrucciones dadas á aquel Jefe. Pero Hergesell á última hora, pidió al Coronel Vives que tuvieran una conferencia con un alto empleado del Ministerio del Interior prusiano, que había llegado á Mónaco para este exclusivo asunto [subrayado en el original]. El Coronel Vives dudó un momento en aceptar la proposición, pero accedió por fin pensando que era un medio de conocer los propósitos de Alemania; y, en efecto, al leer el funcionario prusiano las cuartillas en que se especificaban las decisiones de España, que Hergesell había encontrado antes bien, opuso reparo pretendiendo que, en compensación de los barracones se comprometiera España á tener siempre dos plazas disponibles, en el Observatorio, para dos hombres científicos. El Coronel Vives se opuso rotundamente, diciendo al funcionario alemán del Ministerio de Interior, que podía quedarse con los barracones, que España no había pedido. Trató entonces este señor de dar otro giro al asunto, y propuso que no se hablase de él en el Congreso, y que Alemania concertaría con España la solución por medio de su Embajador en Madrid. Conociendo el Coronel Vives la conveniencia de que saliera aprobado por el Congreso Internacional, con aquiescencia de los delegados de las diversas naciones, lo propuesto por España, protestó enérgicamente contra la proposición del funcionario prusiano, alegando que estando el asunto en el orden del día, y habiendo acudido un representante de España al Congreso precisamente para resolver una cuestión en que tan repetidamente se había interesado á nuestro país, sería una informalidad y hasta un desaire abandonarla; y exigió que se tratase en la sesión, pues de lo contrario provocaría él mismo el asunto (…) Al ser conocidos estos extremos por el Congreso, el Coronel Vives tuvo una ovación de los delegados, incluso de algunos alemanes de valer científico, como el doctor Assmann; los italianos, franceses y norteamericanos, se distinguieron por lo expresivos (…) A juzgar por el relato precedente, España está, más que nunca, obligada por decoro nacional á realizar, en plazo breve, el proyectado Observatorio cuya instalación y servicios no han de exigir por otra parte, gastos de gran cuantía”.
El curso de las negociaciones diplomáticas establecido por el gobierno español debió ser el único posible, toda vez que Hergesell arrendó los terrenos de Las Cañadas con arreglo a la legalidad municipal vigente -aunque bien es cierto que lo firmara de modo particular y no en calidad de presidente de la CIAC-. El alcance del problema no fue corto, y aunque la cuestión fue discutida entre las más elevadas instancias políticas de ambos gobiernos –dos veces en consejo de ministros, otra en consejo de estado, debatida en una larga interpelación parlamentaria de las cortes-, el resultado final entre ambos gobiernos se publicó como el resultado de una exclusiva cooperación científica internacional.
En cualquier caso, concluyamos, ¿cuál fue el verdadero y único motivo que tuvo el gobierno español para acometer la creación del observatorio de Tenerife?. Diversas personalidades científicas, y no ya políticas o diplomáticas, se pronunciaron en relación con la causa que motivó la creación del observatorio. Vives y Vich declaró en una conferencia de la universidad de Granada que “como era natural, al Gobierno español, una vez reconocido el interés grandísimo del Observatorio, no le pareció decoroso consentir que se hiciera en nuestro territorio con fondos alemanes y personal alemán, y tomó el acuerdo de hacer por su cuenta la instalación de dicho Observatorio (…) y porque si no lo hacemos pasaremos la vergüenza de que vengan los extranjeros á hacerlo dentro de nuestra propia casa”.
Ricardo Cirera, astrónomo jesuita y director del Observatorio del Ebro -único observatorio español entonces reconocido por el relieve de sus trabajos- citó al respecto que “creemos que no tardará en hacerse público el feliz resultado de una expedición [se refiere a la que llevó a cabo José Galbis en Tenerife en 1912] que tiene un alcance, quizá no menos diplomático que científico; pues si nosotros no observamos en el Pico de Teide, lo harán los extranjeros”.
En la revista de la Asociación para el Progreso de las Ciencias se escribía en enero de 1914 que “el Gobierno español ha favorecido a la ciencia meteorológica, votando el Parlamento 250,000 pesetas para la fundación de un Observatorio aerológico en Canarias (…) además, la importantísima estación de las islas Canarias, que hasta ahora había sido sostenida por los alemanes, será una institución permanente española, evistando la intromisión extranjera”.
Francisco del Junco, quien fuera el primer director del observatorio meteorológico de Izaña tras su inauguración el 1 de enero de 1916, escribía una año antes en la revista antes citada que “en la conferencia de Mónaco recabó el señor Vives la honra de construir en el Teide un Observatorio Aerológico (…) evitando así que los alemanes establecieran en suelo español el Observatorio que pretendían”.
Una última y muy relevante opinión establece definitivamente el alcance del problema. Después del compromiso adquirido en Mónaco, tras tres años de retrasos en su construcción, el embajador español llamó la atención del ministro de Estado García Prieto en un despacho cifrado como Muy Reservado: “Considero, repito, de la mayor importancia, solo bajo el punto de vista científico y de dignidad y prestigio Nacional, sino por consideraciones de carácter político del mas alto alcance, que no se posponga un momento mas la construcción é instalación con toda clase de elementos del Observatorio antes citado”. Aludía Polo de Bernabé a las “opiniones expresadas en los círculos coloniales de Berlín, los cuales alegaban que España no sacaba provecho de tan preciados territorios”.
Durante aquéllos años iniciales de la década de 1910 no existían en España meteorólogos ni servicio meteorológico nacional propiamente dicho. Poco más de media docena de personas se encargaban en el Observatorio de El Retiro de Madrid de reunir los datos y observaciones que de modo irregular llegaban de las estaciones provinciales, establecidas en universidades e institutos de segunda enseñanza. Pues bien, para la construcción del observatorio de Izaña y para dotarlo de personal debidamente cualificado, el rey Alfonso XIII hubo de firmar dos reales decretos en mayor de 1912 y febrero de 1913, el segundo de ellos para crear el hasta entonces inexistente cuerpo facultativo de meteorólogos y de auxiliares de meteorología.
Antes de la firma del segundo real decreto de 1913, el director del Instituto Geográfico Nacional Ángel Galarza “designó para representar á España en el Observatorio de las Cañadas al Ingeniero Geógrafo D. Juan García Lomas (…) y en los primeros días de Mayo llegamos el [meteorólogo alemán] Dr. Wolff y yo á Las Cañadas, donde el Dr. Wenger nos hizo entrega del Observatorio”. Así pues, el original observatorio alemán pasaba a depender después de más de tres años de dos comisionados de la CIAC, uno español y otro alemán. Antes de partir, el ingeniero García Lomas había recibido órdenes expresas del ministro de Instrucción Pública Francisco Bergamín para que “se ponga en relación inmediata con los observadores alemanes ofreciendoles la ayuda posible y al mismo tiempo vigilando reservadamente los trabajos que efectuen”. El gobierno español consideró además acompañarle –más para vigilancia que para otras labores de auxilio- con un pequeño destacamento militar de infantería compuesto de un sargento y cuatro soldados.
Foto 6 y 7. El observatorio de Izaña en construcción. Tardó más de tres años en construirse y costó 160.000 pesetas de la época.
Paradójicamente, tras la llegada de García Lomas a Tenerife, cuando parecía que el observatorio hispano-alemán comenzaría a dar los primeros resultados, “funcionó normalmente hasta Enero de 1913 en que, con motivo de haber presentado la dimisión de Representante de la Asociación internacional de Aerostación científica el Dr. Wolff, y vista la dificultad que para encontrar sustituto tenía el Presidente [Hugo Hergesell] de ella, y pesando sobre la citada Asociación otras instalaciones costosas, como la de Spitzberg, tuvo necesidad dicho Presidente de dar por terminado el convenio (…) al mes siguiente de dejar de prestar sus servicios en el Observatorio el Dr. Wolff, lo hizo el Ayudante D. Arturo Stark y su señora”.
Para García Lomas fue “difícil en extremo la situación del Observatorio en los primeros días de Marzo de 1913, pues contaba como único observador el que esto suscribe”. Para auxiliarle el Instituto Geográfico Nacional no tardó en destinar al observatorio a dos ingenieros topógrafos. No obstante, a pesar de la retirada de Wolff y Stark de Las Cañadas del Teide, el observatorio de Las Cañadas del Teide siguió recibiendo diferentes visitas y estancias de otros científicos alemanes. Ahora bien ¿porqué se construiría el nuevo observatorio español en la montaña de Izaña -un cerro situado en la cima de la dorsal que divide en dos partes a la isla de Tenerife- en lugar de aprovechar el observatorio alemán de Las Cañadas del Teide?. La cuestión la formuló una comisión formada por tres ingenieros geógrafos del I.G.N. desplazada en octubre de 1912 a Tenerife, la cual no encontró ningún interés meteorológico en Las Cañadas sino era para hacer un estudio de su microclima, en lugar de los estudios aerológicos de la troposfera que teóricamente pretendía realizar Hergesell. Como pronto podrá comprobar el lector, la altiplanicie conocida como el “Llano de Ucanca” fue durante años el aeródromo natural para la escala de zeppelines en su camino a América.
Muy poco antes del comienzo de la primera guerra mundial, en julio de 1914, el embajador alemán príncipe de Ratibor dirigía un despacho al ministro español de Estado marqués de Lema en el que le comunicaba que “el Adjunto de Fïsica de la Academia Técnica de Dresde y el profesor agregado Dr. Dember tienen la intención de trasladarse sobre fines del mes actual a la Isla de Tenerife para realizar durante los meses de agosto y septiembre, ensayos eléctricos de fotometría y aerometría, especialmente en las Cañadas y sobre el Pico. La pequeña expedición se compondrá probablemente de cuatro personas, está equipada por el Instituto antes mencionado y por el Instituto de Fïsica de la Universidad de Leipzig, mientras que los medios necesarios han sido provistos por la conjunción de las Academias de Ciencias alemanas. Es decir, la empresa científica está protegida por el Gobierno Real de Sajonia”. Este despacho diplomático contiene al margen del mismo un interesante comentario manuscrito en el que se notificaba “Informe verbal. A Gobernación, Instrucción Pública y Guerra encargando se les atienda y vigile discretamente por razones ya conocidas de dichos Departamentos [subrayado en el original]”.
Finalicemos esta enumeración de oficios y despachos diplomáticos con el más explícito de todos y muchos que hemos encontrado. El 7 de abril de 1915, casi un año después de iniciada la guerra europea, el ministro de Gobernación José Sánchez Guerra envió una carta particular al ministro de Estado, el marqués de Lema, en la que afirmaba haber visto “su telegrama relativo á consulta sobre si habría inconveniente en las circunstancias actuales en acceder á los deseos del Dr. Dember de continuar sus trabajos científicos en Pico Teide. Creí haberle dicho, y sin duda lo olvidé cuando Vd. no lo recuerda, que el Gobernador de Canarias opina de un modo terminante, y coincido por entero con su convencimiento, que no conviene de modo alguno autorizar en momentos como los actuales experiencias científicas en el Pico de Teide al Doctor Dember, súbdito alemán, ya que las apariencias todas, y la opinión en aquellas islas, supondrían que no á investigaciones puramente científicas sino á manipulaciones de otra índole podrían estar dedicados los trabajos de aquel respetable Dr., y ya que Vd. no ignora que, aun en circunstancias normales, pareció aventurada y no del todo juiciosa la resolución de anteriores Gobiernos autorizando la instalación en Teide de una colonia alemana”.
. . Foto 8. Vista panorámica de la vivienda del Observatorio Meteorológico de Izaña. Circa 1925 — Foto 9. Sondeo meteorológico con un globo cautivo desde el Observatorio Meteorológico de Izaña. Circa 1925
Después de un cúmulo de interminables problemas retrasos de orden administrativo, político y económico, el observatorio fue inaugurado el 1 de enero de 1916, desarrollando desde entonces hasta hoy su actividad sin ninguna interrupción. El momento en que el observatorio fue inaugurado no fue el más apropiado para la cooperación internacional. La guerra europea acabó con las campañas y estancias de científicos europeos, y sobre todo de los alemanes, a los que el Tratado de Versalles de 1919 impidió realizar cualquier actividad fuera de su territorio. Durante los años siguientes la existencia de actividad en el observatorio se redujo a poco más que las observaciones meteorológicas convencionales y a medidas de radiación.
Foto 10 y 11. Artículos periodísticos datados en septiembre de 1932 y noviembre de 1935.
Avancemos unos pocos años para resolver una cuestión, quizás la más esencial, que explica el interés del gobierno y del kaiser alemán, además de un nuevo actor en escena: el conde Ferdinand von Zeppelin. En 1920, apenas cuatro después de la inauguración del observatorio de Izaña, el director del Servicio Meteorológico Nacional José Galbis escribió un extenso artículo en el diario “La Prensa” de Santa Cruz de Tenerife en el que “llamaba la atención acerca de la importancia que las islas Canarias, por su especial situación, deben tener en todo programa de navegación aérea, y particularmente entre Europa y América del Sur (…) Tenerife está situada un poco más al N y al W que Las Palmas, y por lo tanto, tiene condiciones preferentes para la línea de navegación entre Europa y América (…) dentro de la isla de Tenerife se halla el Teide, que surgiendo por encima de las nubes, es un faro inmejorable para la orientación de los aviadores; y por último, en la misma isla se encuentra el Observatorio de Izaña, en el que aparte de realizarse utilísima labor en el estudio de los vientos alisios y contralisios, se observan constantemente los elementos meteorológicos en general, dirección y fuerza del viento en todo momento, y con visibilidad a 2300 metros, observación imposible de realizar en las estaciones bajas”.
La comunicación aérea entre España y América del Sur fue un asunto de enorme interés por multitud de razones. Mientras en barco a vapor la travesía no tardaba menos de dos semanas la firma Zeppelin garantizaba que el trayecto duraría menos de tres días. En el año 1922 “a pesar de que el viaje efectuado por [Emilio] Herrera y [José] Galbis se llevó a cabo por Francia, Inglaterra y Escocia, como no podía ser de otra manera, Antonio Goicoechea [presidente de la Compañía Trasatlántica] requirió y obtuvo la cooperación de la Casa Zeppelin, por ser la única que tiene práctica en el establecimiento y explotación de líneas aéreas con dirigibles (…) en la Memoria redactada por la Casa Zeppelin se demuestra el alto grado de seguridad que debe esperarse de la línea Sevilla-Buenos Aires, que en opinión de sus meteorólogos, es la más adecuada para el tráfico aéreo por dirigibles que puede encontrarse en el mundo”.
Foto 12 y 13. Imágenes de zeppelines sobrevolando Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, en los primeros años de la década de 1930.